¿De qué hablo cuando hablo de tatuajes?
La segunda entrada al blog de mi página tenía que ser sobre los tatuajes. Era obligado. Mi amor y pasión por la tinta indeleble en la piel puede rozar cierta obsesión en ocasiones.
Desde siempre me ha gustado mucho el dibujo y la pintura, supongo que antes de tatuarme yo, me parecía increíble poder llevar en la piel, y para siempre, un diseño negro y/o colorido. Era como dotar de vida a la tinta, que corriese sangre a través de la figura, que lo tocases y latiese el calor de la persona.
Me tatué por primera vez a los veinte un par de dragones entrelazados y simples con una runa en medio en la espalda. Le di mil vueltas y me costó mucho dar el paso…ya que me parecía que era como un gran momento, e incluso me dio un ataquito de ansiedad justo antes de que me pinchasen. Pero cuando acabó, era maravilloso, llevaba arte con significado en mi propia piel…y eso abrió la veda a el resto que vinieron detrás.
He reflexionado mucho sobre por qué me tatúo o por qué la gente se tatúa. Por qué pasamos por unas horas muy dolorosas o desagradables, por qué elegimos los diseños más allá de la preciosa estética de la que vienen acompañados.
Dejando a un lado la posibilidad de eliminártelos o de modificarlos, el hecho de marcarte en un momento concreto de tu vida puede tener muchos significados. Para mí es algo muy mental, es la elección de una herida, una marca, que en ese momento quieres dejar en tu piel como los anillos de los árboles. Quieres recordar qué pasaba en el instante que decidiste pincharte la tinta. Puede ser porque quieras que un ser querido te acompañe siempre, puede ser por el paso de una etapa vital a otra, porque necesitas un totem que te de fuerza, porque quieras transformar una cicatriz en algo empoderante… Da igual, pero a diferencia de la cicatriz de una enfermedad o de una caída, es una marca escogida voluntariamente y este hecho tiene mucha carga psicológica.
Hace relativamente poco, hablando con mi psicóloga (el ancla de mi salud mental), me di cuenta de que además de todo lo expuesto, tatuarme era poder tener la ilusión de poder controlar el tiempo. Me explico. Quizá que las cosas, personas, situaciones… sean efímeras y que no puedas controlar que en algún momento se vaya aquello que quieres sea algo muy angustiante para mí. Sin embargo, puedo controlar coger ese elemento que temo perder y unirlo a mi piel y que me acompañe hasta el final de mis días, cuando ya me dé igual que todo acabe. No temo a mi muerte, temo más bien cómo será, pero más temo aun la pérdida de aquello que amo porque es una manera de verlo fallecer en vida.
Esto no quita que también piense que un tatuaje solo por estética es algo respetable. Nos vestimos cada día de una forma porque queremos transmitir algo al mundo, porque nos hace sentir bien o cómodas/os. ¿Por qué un tatuaje no iba a poder cumplir la misma función meramente estética? ¿Por qué no usar la tinta en ciertas zonas del cuerpo para darles un nuevo valor, poder o seguridad?
La historia del tatuaje es tan larga quizá como la conciencia humana, los métodos pueden modernizarse, pero la carga emocional y psicológica que hay detrás de meterse tinta en la piel seguramente sea la misma.
«(…)es una marca escogida voluntariamente y este hecho tiene mucha carga psicológica.»
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